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RITUALIDAD EN LA CIUDAD

"La Plaza Mayor como epicentro religioso"

“...La ciudad de Lima fue diseñada en torno a la centralidad religiosa, donde la Plaza Mayor constituía el epicentro de las manifestaciones rituales y espirituales...” (Sebastián, p. 45)

Desde su fundación, Lima fue organizada en torno al catolicismo impuesto por la Corona española. Esta religión, difundida por órdenes como los franciscanos, dominicos y jesuitas, se convirtió en la base de la estructura urbana, política y social. La Plaza Mayor, ubicada en el centro del damero fundacional, fue el lugar destinado a concentrar el poder civil, eclesiástico y simbólico. Allí se realizaban los principales actos rituales públicos del calendario litúrgico, como la Semana Santa, el Corpus Christi y otras festividades patronales.

Estos eventos reunían a distintos sectores de la sociedad: autoridades virreinales, miembros del clero, cofradías, gremios y habitantes de los barrios. Las procesiones partían o culminaban en templos cercanos a la plaza, como la Catedral de Lima o el Convento de Santo Domingo, siguiendo recorridos precisos por determinadas calles.

De esta manera, el trazado urbano pasaba a funcionar como parte del ritual, integrando el movimiento colectivo de la población dentro de una lógica religiosa y espacial que daba forma a la experiencia urbana.

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Plaza Mayor de Lima, 1680

“Lima se convirtió en un escenario donde lo religioso estructuraba la vida cotidiana, y el paisaje urbano estaba profundamente marcado por la liturgia.” (Municipalidad de Lima, p. 36)

Los ritos no eran acontecimientos extraordinarios en la Lima virreinal, eran parte del ritmo diario y anual de la ciudad. El calendario religioso organizaba el año, con celebraciones de distinta escala que implicaban transformaciones temporales del espacio. Se instalaban altares móviles, andas, arcos decorativos, alfombras florales y tapices, que modificaban visual y funcionalmente las calles y plazas. Las fachadas de los templos también se adaptaban para cada ocasión.

La población participaba desde distintos roles: organización, financiamiento, elaboración de ornamentos, o presencia devocional. A la vez, existían prácticas que no respondían estrictamente al culto oficial. En sectores populares, se incorporaban elementos culturales indígenas y africanos, generando formas de religiosidad popular sincrética. Aunque no siempre aceptadas por la Iglesia, estas manifestaciones se integraban en las prácticas cotidianas y ampliaban los modos de vivir lo religioso en la ciudad. Las fachadas de los templos se vestían con ornamentos efímeros, las calles se preparaban para recibir imágenes sagradas, y el pueblo participaba activamente, ya sea desde la devoción, la organización, o el espectáculo. De este modo, Lima era un paisaje litúrgico en constante activación, donde el rito no se superponía a la ciudad: la constituía.

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Celebracion del Corpus Cristi en virreinal Lima siglo XVII

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