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RITOS EN COMUNIDAD

"Manifestaciones de fÉ en el espacio público"

“Las procesiones de la Semana Santa limeña constituyeron celebraciones muy sentidas por la población y el mejor ejemplo gráfico aparece en los dos lienzos conservados en la cofradía de la Soledad, de mediados del siglo XVII, representando los distintos pasos con escenas de la pasión de Cristo, cuando los limeños de todos los sectores sociales acompañaban a los penitentes y la ciudad simbolizaba otra Jerusalén.”

(Municipalidad de Lima, p. 36)

Durante el virreinato, la ciudad de Lima se transformaba por completo durante las celebraciones religiosas, especialmente en Semana Santa. Estos eventos no solo eran prácticas devocionales, sino que también funcionaban como espacios de encuentro y participación colectiva. La ciudad entera se convertía en una representación sagrada de Jerusalén, donde todos, compartían una experiencia ritual común, donde era un honor y una obligación participar de ellas, y muchas veces estos actos eran financiados por los miembros de los gremios como expresión de devoción.

La comunidad participaba activamente, se organizaban jerárquicamente y se movilizaba colectivamente en función de su clase, oficio, género y procedencia étnica, esto debido a q los ritos no solo fortalecían la fe, sino también el sentido de pertenencia, el control social y la identidad colectiva, ya que los mismos eran un acto público, político y emocional, en la comunidad.

“...Las celebraciones por Rosa de Lima fueron múltiples y prolongadas, con procesiones desde la catedral al convento de Santo Domingo para venerar sus reliquias, y desde allí a la casa de la santa por las calles engalanadas con arcos triunfales, altares, flores, lienzos de pinturas, tapices, danzas y repiques de campanas...”

(Municipalidad de Lima, p. 45)

Las celebraciones en honor a Santa Rosa revelan cómo los ritos religiosos se integraban al espectáculo y a la vida festiva de la ciudad. No eran eventos aislados, sino prácticas que articulaban arte, sonido, color y participación colectiva. El paso por las calles se volvía escenografía viviente: arcos efímeros, tapices colgados en balcones, danzas populares. Este ambiente barroco reforzaba la idea de una ciudad que se expresaba ritualmente, donde la fe se vivía desde lo sensorial y lo comunitario.

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